Atributo: Dios que hace caer a los orgullosos.
Planeta: Mercurio.
Coro Angélico: Arcángeles.
Sefiráh: Hod.
Horario de regencia: de 17: 20 a 17:40 horas.
Días
de regencia: 10 de mayo, 21 de julio, 4 de octubre, 15 de diciembre
¿Para qué se le invoca?
·
Tener inspiración y apoyo material para grandes realizaciones.
·
Nuestro rejuvenecimiento físico e intelectual a través de
alivianar patrones negativos.
Los nacidos bajo su regencia
Se distinguirán por conocer las ciencias exactas, amará la vida
tranquila, la paz, la meditación. Su luz es trascendente y atrás de esta deja
ver su inocencia y verdad. Podrá tener vocación religiosa o metafísica. Digno
de confianza, nunca acomete una acción imprudente o interesada. Tiene
relacionamientos sólidos y es el amigo que todos quisieran tener. Dotado de
gran afectividad vive en función del amor y todo lo bello lo conmueve. Por ser
tradicionalista da mucha importancia al casamiento y los hijos. Sabe controlar
sus instintos sin reprimirlos. Su inteligencia se desenvuelve más por
experiencias que por estudios. Podrá tener problemas de salud en la infancia o
adolescencia pero a pesar de su fragilidad física posee un espíritu
extremadamente ágil y guerrero y sabe disfrutar de las buenas cosas de la vida.
Cita bíblica
Señor, yo sé que tus
juicios son justos,
y que con justa razón
me afliges.
Salmo 119:75
Nanael: “la luz de la
meditación”
La familia de Nanael era humilde y muy pobre. Su padre aunque
trabajaba de sol a sol sin desfallecer, apenas si ganaba para alimentar a sus
doce hijos, y a pesar de ello, nadie se quejaba, bueno excepto uno, puesto que
Nanael soñaba con ser alguien famoso, influyente y poderoso.
Ignorando los muchos esfuerzos que sus padres hacían para poder
sobrevivir, su orgullo le llevo a despreciar aquel modo tan humillante de vivir,
y decidió abandonar su hogar y salir en busca del prestigio y de riquezas.
Siempre había querido ser un gran mago y había oído que en la
Ciudad Sagrada admitían a aprendices que buscaban dominar la Alta Magia. Así
que dirigió sus pasos hacia donde nacía el Sol. Allí le aguardaba su destino.
Tras cuatro días de camino, nuestro joven protagonista logró
llegar hasta las puertas de la Gran Ciudad. Un silencio armonioso le
sobrecogió. Estaba ante la entrada y ya podía respirar el particular aroma del
Misterio. Dos
Querubines custodiaban con espadas flameantes el acceso al
Santuario.
Nanael tras recuperar su aliento, quiso penetrar en su interior,
pero una voz paro en seco sus pasos.
– ¿A dónde crees que vas extranjero? -le interrogo uno de los
Querubines mientras le apuntaba con su espada -.
– No soy extranjero, vivo a…
No pudo seguir hablando el joven, pues fue bruscamente
interrumpido por el Querubín.
– ¡Calla insolente! Todo el que Es, no Es. Y todo aquel que no
Es, Es.
Nanael un poco asustado no entendía aquel juego de palabras.
Pensó que sería un enigma y dirigiéndose al Guardián del Templo, le dijo:
– ¿Acaso es un misterio que debo resolver?
– Así es muchacho. Medita, medita, y cuando tengas la respuesta
llama de nuevo -le ordeno el Querubín -.
El osado joven se sintió muy desilusionado. Nunca había pensado
que fuera tan complicado ser mano, y menos aún aprendiz de mago.
Meditar, ¿acaso tenía paciencia para meditar? Si estuviera allí
su padre, el sí sabría cómo hacerlo. Siempre le aconsejaba lo mismo:
– Hijo mío, cuando siembras la semilla de un árbol hay que tener
paciencia hasta que dé sus frutos. Observa como la semilla se protege en la
tierra y satisfecha crece poco a poco con el afán de dar al final sus frutos,
esos apetitosos y dulces frutos que nos alimentan.
Cuánta razón tenía su padre. Ahora él estaba solo y debía tener
paciencia.
Busco un lugar donde poder meditar y se entregó a ello en cuerpo
y alma. Al principio se irritaba, pues su mente era como un avispero rabioso.
Sus ideas revoleteaban sin sentido en su cabeza, pero aquel silencio armonioso
fue penetrando lentamente en su interior y sin saber cómo, una luz emergió de
él.
“El que Es, no Es, y todo aquel que no Es, Es”.
Aquel mensaje tomo forma en su mente y dejo que fluyera libremente.
No quería que aquella luz se apagara, y pensó en la luz. En ese
momento todo se convirtió en una luz intensa, y de repente la respuesta
apareció milagrosamente. Era el espíritu. Esa era la respuesta. El espíritu,
por eso él era extranjero. El Eterno, no es extranjero y sin embargo, al ser
invisible, no Es, pero al no ser de este mundo, Es habitante del Templo.
Las puertas del Santuario se abrieron para Nanael, pero el joven
pidió a los Querubines que las cerrasen de nuevo, pues comprendió que debía
volver a su hogar donde tenía una labor que hacer.
De sus ojos se había desprendido la venda de orgullo que hasta
ahora le había cegado, pero la luz había abierto ante el un hermoso camino.
Fin.