Coro:
Serafines, Ángeles al servicio de Kether-Voluntad. Ángel
Lo
que otorga:
·
Acceso a empleos superiores
con responsabilidad ejecutiva.
·
Poner fin a las
adversidades.
·
Protección contra las armas
y las fuerzas del mal.
·
Para ser fiel a la palabra
dada y no rehuir los compromisos.
·
Protección contras las
tendencias hipócritas, contra la ingratitud y el perjurio.
Lección: Disolver
los enfrentamientos y las tempestades causadas por el odio humano. Fidelidad a
lo esencial, no cayendo en apoyar una tendencia en detrimento de otra.
Nombre
en latín: Deus Spes
Significado:
Dios de la Esperanza
Planeta:
Neptuno.
Sefiráh:
Keter.
Horario
de regencia: de 0:40 a 1 horas.
Días
de regencia: 8 de enero, 22 de marzo, 3 de junio, 12 de agosto, 15 de agosto,
27 de octubre.
¿Para qué se le invoca?
·
Calmarnos ante las
adversidades.
·
Poseer magnetismo personal.
·
Protegernos en accidentes de
automóviles, asaltos.
·
Darnos fuerza y voluntad
ante nuestros compromisos.
·
Pedir protección ante todo
tipo de ataque.
Cita bíblica
Yo
le digo al Señor: “Tú eres mi refugio,
mi
fortaleza, el Dios en quien confío.”
Salmo
91:2
Los nacidos bajo su regencia
Sabe que tiene mucha suerte y por eso tiene la posibilidad de
realizarse financieramente. Está siempre en actividad, luchando por su ascenso.
No consigue por orgullo pedir favores a nadie. Es un trabajador solitario. Es
bonito interna y externamente. Por su fuerte carisma atrae la atención de las
personas. Respira vida y vive cada día de una manera especial. No le gusta la
palabra destino por hallarlo muy cómodo. Tiene alma elevada y gusta detener
muchos amigos a los cuales generalmente les da consejos precisos. Tiene mucho
criterio comprendiendo fácilmente todas las situaciones que la vida le da.
Generalmente perdona a quien intenta perjudicarle. A veces se muestra un poco
inhibido sin motivo, pues conoce todas las experiencias que el mundo ofrece. Es
un gran transformador protegiendo e incentivado a personas de ideas nuevas.
Tiene gran simpatía y gentileza. Adora las fiestas, banquetes, celebraciones y
es reservado en la forma en que se viste. Dice lo que piensa porque no sabe ser
disimulado o actuar de forma dudosa. Tiene muchos recuerdos de cosas que no
fueron vividas en esta encarnación, que generalmente aparecen de forma de
sueños. El objetivo de su personalidad que concuerda con su alma será su
nobleza.
Es el serafín que acude frente a las adversidades que sorprenden
a sus protegidos. Sitael ayuda en momentos de peligro como accidentes, ataques
por violencia o robo. Su ayuda aísla a la persona de la calamidad,
manteniéndola “por milagro” a salvo. A través de la fuerza que ejerce la
capacidad humana de perdonar, es posible mantener a Sitael cerca,
beneficiándose con la amorosa cobertura de sus alas protectoras. El rencor y la
maledicencia, obviamente, espantan a esta sensible criatura.
Sitael:
“El Sabio Constructor”
Por
tres veces consecutivas lo habían intentado, pero seguían sin poder
conseguirlo…
– Lo siento
Majestad -se excusó el contrariado arquitecto-, todo es un misterio, por mucho
que lo intentamos, lo que en la luz construimos, en las tinieblas de la noche
es destruido.
– No, no puedo creerlo.
Mientras que vosotros jugáis a ser dioses, mi hijo se está muriendo de tristeza
-grito el rey enfurecido-.
Quizá tuviera razón para
estarlo, pues su único hijo, el príncipe Aquin, era víctima de un terrible mal
que le había sumido en una profunda pena. Desde hacía tres años nadie había
tenido la dicha de verle sonreír, y todos desconocían la razón que le llevo a
aquel melancólico estado.
Su padre, el rey Kebin,
sumido en la desesperación, pensó que tal vez si le construía una ciudad y la
habitaba con los mejores magos de reino, quizá Aquin recuperase de nuevo la
alegría.
Pero tras muchos intentos, y
de un modo misterioso por cierto, los arquitectos que hasta ahora lo habían
intentado, fracasaron a pesar de muchos esfuerzos. Por ese motivo, el Soberano
estallo en ira, pues no comprendía lo que estaba pasando. Tenía enemigos
secretos y el desconocía donde podía encontrarlos.
Si pudiera averiguarlo -pensó-,
les haría arrepentirse de lo que estaban haciendo. Kebin aumento la vigilancia
y se dijo que nadie podría burlar a la guardia en aquella noche.
Sería una noche larga, muy
larga. No lograba conciliar el sueño, no podía alejar de su mente aquellos
rabiosos pensamientos. Pero pronto se daría cuenta, de que a pesar de sus
preocupaciones nada cambiaría al día siguiente.
– ¡Majestad….!
¡Majestad…! -gritaba su consejero sin que le quedase apenas aliento-, no os lo creeréis,
pero todo lo construido ha sido derribado.
Tan solo un gesto amargo y
un ademan de impotencia se dibujaron en el rostro del apenado rey. Ya no sabía qué
hacer, lo había intentado todo.
Pero esta historia no puede
tener un triste final, y para evitarlo, llego al reino un misterioso viajero,
el cual decía llamarse Sitael y ser un hábil arquitecto. Esta noticia llego
hasta el rey Kebin quien mando buscarle de inmediato.
– ¿Decís que
sois un buen arquitecto? -le interrogo el Soberano-.
– No soy yo
quien puede dar testimonio de mi arte, sino mis obras Señor -contesto seguro de
sí mismo el recién llegado-.
– ¿Creéis
que podréis construir una ciudad que pueda dar cobijo a la felicidad y a la
alegría?, mi único hijo se está consumiendo en los fríos brazos de la tristeza
-pregunto con tono esperanzador el rey-.
– Podré
hacerlo si Vos me ayudáis, Majestad -replico el enigmático arquitecto-.
Aquellas palabras pusieron
en guardia al Monarca, quien muy extrañado le dijo:
– Sabed
que yo desconozco el divino arte de la construcción. Siendo así, ¿cómo podré ayudaros?
– Tan solo
Vos podréis evitar que los pilares que han de sostener a la ciudad sean sólidos
y no quebradizos.
– ¡No os
entiendo! -exclamo muy aturdido el rey-.
– Si
mirando en vuestro corazón encontráis la solidez del amor, entonces nada
debemos temer, pero si hayáis tan solo un sentimiento de odio, rencor, del
quebradizo poder de las tinieblas, entonces la obra perecerá en manos de esta
fuerza -explico Sitael-.
El rey Kebin no pudo mirar a
los ojos de aquel extraño viajero. Reconocía en sus palabras una vedad que le
consumía. Él era entonces el único responsable, el que impedía levantar los
pilares de la ciudad de la alegría, del amor.
Desde aquel día todo cambio.
El rey perdono a cuantos habían sido sus enemigos, y de inmediato, como por
arte de magia, pudo comprobar como las murallas de la ciudad se elevaron sólidas,
poderosas hasta el cielo, dando cobijo al elixir de la felicidad, donde su hijo
encontraría para siempre una maravillosa paz.
Fin.