Atributo: Dios fin de todas las cosas.
Planeta: Luna.
Coro Angélico: Guardianes.
Sefiráh: Yesod.
Horario de regencia: de 23:40 a 24 horas.
Días de regencia: 4 de enero, 17 de marzo, 29 de mayo, 9 de
agosto, 23 de octubre
¿Para qué se le invoca?
·
Protegernos contra operaciones mágicas de las cuales no tenemos
conocimiento.
·
Ayudarnos a tener flexibilidad en lo emocional.
·
Proteger a pobres y sufrientes.
·
Ayudarnos a ver nuestras trabas emocionales.
Los nacidos bajo su regencia
Las personas nacidas bajo su influencia serán célebres por sus
descubrimientos maravillosos, descubrirán secretos de la naturaleza y siempre
tendrán palabras de fuerza y coraje contra la maldad y la injusticia. Gusta de
los cambios porque son renovadores, siempre reformulan su forma de pensar.
Detesta las cosas ilusorias y siempre estará ayudando a las personas que salen
de estados opresivos o deprimentes. Buscan incesantemente la verdad para alcanzar
una situación más objetiva de la vida. Estará dotado de una fuerza superior,
pudiendo desencadenar acontecimientos para sí y los demás que necesiten de su
iniciativa. Batallará por ideales y trabajará en forma magnífica reservando una
especial atención al estudio de las leyes. Atraerá riqueza y poder a través de
sus palabras y será un profundo conocedor entre la relación del macro
microcosmos.
Cita bíblica
¡Ya puedes, alma mía,
estar tranquila,
que el Señor ha sido
bueno contigo!
Salmo 116:7
Mumiah: “Sin miedo a
la muerte”
Muchas experiencias de la vida son duras, pero ninguna lo es
tanto como la pérdida de un ser querido, y sin embargo, esta opinión que es muy
popular no parecía ser compartida por Yesod, la Joven Yesod, que en aquellos
momentos se despedía de su amado abuelo, el anciano Mumiah.
-No debes estar triste pequeña, la tristeza no es buena para el
corazón, y además envejecerás antes.
Eran las palabras de un moribundo que luchaba por no dejar una
huella amarga en el recuerdo de la joven.
– Como puedo estar feliz cuando te estas muriendo? -contesto con
desolación Yesod, al tiempo que hacia un desesperado intento para no llorar -.
-Hija mía, he vivido 72 años y me siento orgulloso de ello. La
vida es hermosa, pero tan solo es un reflejo de la belleza que le aguarda allí
donde voy. Soy feliz porque he cumplido con mi trabajo y ahora como un fruto
maduro debo dejar esta tierra para renacer en otra.
-¿Pero abuelo, como puedes estar tan seguro de lo que dices?
-pregunto angustiada la Joven -.
-Ja, ja, ja -sonrió dulcemente el anciano -, los años hija mía,
los años nos hace sabios, ¿acaso la naturaleza entristece cuando uno de sus árboles
da sus frutos maduros a la tierra? No, todo lo contrario, se enorgullece, pues
ese fruto lleva una nueva semilla y será con su muerte que le permitirá
renacer, brotar y crecer, convirtiéndose nuevamente en árbol. ¿Lo entiendes
pequeña? Todo en la vida sigue esa ley de renacimiento y cambios.
La joven Yesod quedo pensativa. Aquellas palabras habían
despertado su conciencia y ahora veía las cosas de distinta manera. Amaba a su
abuelo, y sin embargo, ahora no se sentía infeliz por su marcha, estaba segura
que allí donde renaciera todos estarían encantados de recibirle.
Los años pasaron y aquella joven creció siguiendo los consejos
que tan sabiamente le había legado el anciano. Desde aquel día, Yesod se
prometió que no desfallecería en su empeño de compartir con los demás la
inmensa riqueza que había heredado de su abuelo.
Cierto día, y de manos de la desgracia, estallo una guerra.
Durante siete sangrientos días, los pueblos se arrasaron y los campos quedaron
devastados.
El sufrimiento, el dolor y la desolación eran la única atmósfera
respirable y se hacían ya tan insoportables que muchos buscaron refugio en el
suicidio.
Yesod también era víctima de aquella situación, pero su actitud
era muy distinta. Saco coraje de donde podía haber flaqueza y se entregó por
entero al servicio de las necesidades.
Eran tantos que apenas si le quedaban fuerzas para atenderles a
todos, pero no desfallecía, el cansancio no conseguía abatirla, y gracias a sus
infatigables esfuerzos, muchos enfermos encontraban alivio, y aquellos que
cegados por la desesperación quisieron quitarse la vida. Pronto cambiaron de opinión,
pues las sabias palabras de Mumiah, el noble anciano, se habían renovado con más
fuerza en el espíritu de Yesod, que se convertiría en una sublime luz que
alumbraría sus vidas.
Fin.