Atributo: Dios que acoge a los pecadores.
Planeta: Júpiter.
Coro Angélico: Dominaciones.
Sefiráh: Jesed.
Horario de regencia: de 12: 40 a 13 horas.
Días
de regencia: 13 de febrero, 26 de abril, 7 de julio, 20 de septiembre, 1 de
diciembre
¿Para qué se le invoca?
·
Mantener la salud y la longevidad.
·
Protegernos contra la maldad.
·
Que podamos ver cuando actuamos erróneamente.
·
Influenciar en el amor paternal y filial y en la obediencia de
los más pequeños con respecto a los mayores.
Los nacidos bajo su regencia
El que nace bajo su regencia tendrá conciencia de la necesidad
de la regeneración de la materia para que haya un aumento de espiritualidad.
Sentirá amor altruista por todos los hombres de la tierra y los considerará
como hijos de Dios. Hará curaciones excepcionales a través de manos, o
inclusive mentalmente. También a través de oraciones y emanación de
pensamientos positivos. Su verdad será eterna cumpliendo la misión Kármica de
vencer a los malvados juntamente con su Ángel guardián. Estará
siempre estudiando medios y métodos para acabar con la maldad. Cree en milagros
y éstos le ocurren a través de la misericordia divina. Su optimismo será
contagiante y estará siempre bien con todos. Será elevado, fuerte ciertamente
convencido de que el hombre puede superar sus obstáculos usando su
inteligencia. Tendrá adoración por sus hijos y hará todo para encarrilarlos en
la vida.
Cita bíblica
Oye, Señor;
compadécete de mí.
¡Sé tú, Señor, mi
ayuda!
Salmo 30:10
Rehael: “la verdadera
curación”
Desde aquel trágico accidente que a punto estuvo de costarle la
vida, Mario vivía como un príncipe. Sus padres quisieron hacerle olvidar lo
sucedido y pensaron que lo mejor sería comprarle muchos juguetes y complacerle
en todos sus deseos.
La verdad es que al cabo de unos meses, en la habitación de
Marlo apenas si se podía entrar de tantos regalos como había recibido, y sin
embargo, el no parecía querer olvidar el incidente.
Era un chico inteligente y sabía que con aquella comedía conseguiría
llamar la atención de sus padres y lo obtendría todo. Así fue, como un chico al
que todos apreciaban se convirtió en una persona caprichosa, insoportable y
egoísta.
Cuando jugaba con sus compañeros ninguno de ellos lo aceptaba
con agrado. La mayoría de las veces los juguetes eran de él y siempre quería
ser el director del juego. Al principio no les pareció importante, pues querían
que formase parte de la pandilla como antes del accidente, pero con el tiempo
su comportamiento era tan insociable que nadie quería jugar con él.
Cierto día y coincidiendo con el comienzo del nuevo curso, Mario
conoció a una preciosa chica que acababa de trasladarse al pueblo y que estaba
en su misma clase. De inmediato se dijo que debía conquistarla, pues era la más
guapa de todas cuantas había conocido hasta ahora.
No tardo en estudiar un plan de ataque. Debía impresionarla y
para el aquello no era ningún problema. La chica, que no le conocía en
profundidad, se dejó seducir por él, pero no tardaría en comprobar que era un
engreído y un orgulloso.
La dejaba en ridículo y nunca se interesó por ella si no era
para alardear delante de sus amigos.
Aquel comportamiento hizo que los pocos compañeros que aún le quedaban,
le rechazasen. Había ido demasiado lejos.
Pues bien, ocurrió lo que tenía que ocurrir. A pesar de no ser
aceptado, muchos le echaron de menos. Se preguntaban: ¿qué le ocurriría? Desde hacía
semanas nadie supo de él.
Mario estaba muy enfermo. Sufría de fuertes dolores y los
médicos diagnosticaron que sus riñones no funcionaban bien y que debían
operarle cuanto antes.
Mario estaba muy asustado. Se encontraba en la mesa de
operaciones y la anestesia le llevo rápidamente al mundo del astral, y desde
allí pudo ver como el cirujano intentaba poner fin al mal que le aquejaba.
No entendía bien lo que estaba pasando, pero alguien se
encargaría de explicárselo. Era un ser hermoso el que llamo su atención.
– ¿Asustado, Mario? -pregunto aquel ser misterioso -.
– ¿Dónde estoy? ¿Quién eres tú? – contesto muy asustado -.
– Estas en el mundo astral, el que habitamos mientras dormimos,
y soy el Arcángel Rehael. Estoy aquí para curarte -explico el Arcángel -.
– Pero ya me están curando, ¿acaso no lo ves? -replico el joven
-.
– Sí, es cierto. El curara tu cuerpo, pero no lo conseguirá si
antes tu no aceptas curar tu alma -le dijo Rehael -.
– ¿Y cómo debo hacerlo? -pregunto Mario -.
– Observa estas imágenes y di que ves.
Mario vio en segundos como su comportamiento había generado
mucha desarmonía. Sintió todo el daño de aquellos a los que hizo sufrir, y
dijo:
– Creo que he sido muy egoísta, y comprendo que yo mismo he
creado la enfermedad -contesto el joven con lágrimas en los ojos -.
De repente se despertó y se encontraba rodeado de todos sus
compañeros. Él estaba aún en el hospital, pero la operación había sido un éxito
y Mario sanaría por completo. Pero la mejor cura fue la de su corazón, que de
nuevo latía al ritmo del amor sincero.
Fin.