Atributo: Dios grandioso.
Planeta: Mercurio.
Coro Angélico: Arcángeles.
Sefiráh: Hod.
Horario de regencia: de 16 a 16:20 horas.
Días
de regencia: 23 de febrero, 6 de mayo, 17 de julio, 30 de septiembre, 11 de
diciembre
¿Para qué se le invoca?
·
Tener consuelo en las contrariedades.
·
Tener protección divina en la búsqueda de valores morales.
·
Impulsarnos al desarrollo espiritual.
·
Traer compresión mental.
Los nacidos bajo su regencia
Las personas nacidas bajo esta regencia se distinguirán por sus
talentos y virtudes, su gran generosidad podrá ser vista a través de su aura.
Será estimado por todas las personas de bien que posean las mismas cualidades y
virtudes. Fiel ejecutor de causas nobles, incentiva a las personas a través de
su ejemplo a seguir su buena conducta. Tendrá gran facilidad para perdonar los
errores de otros y juzgará siempre de un modo prudente. Con sentido del humor
podrá criticar sin arrogancia. Será innovador, imparcial, dinámico e
inteligente a pesar de ser individualista. Debido a su gran capacidad mental,
tendrá facilidad para expresarse con cualquier clase de persona. Será más
estable después el casamiento. Su familia será unida y armoniosa. Físicamente
será esbelto y elegante. Intelectualmente abierto y refinado pero lo
considerarán una persona difícil de tratar. Tendrá reconocimiento social que
encarará como prueba de que la vida sólo es dura para quien no sabe aprovechar
las oportunidades que le son ofrecidas, no le gustan las personas que faltan a
sus compromisos.
Cita bíblica
Grande es el Señor, y
digno de toda alabanza;
su grandeza es
insondable.
Salmo 145:3
Vehuel: “la ciudad
profanada”
La Ciudad Sagrada de Netzah, estaba siendo profanada por la
lujuria y banalidades de un pueblo que había olvidado su estirpe divina y que
se había entregado al servicio de amos y señores que prometían poder, riquezas,
prestigio, fama y placer.
Netzah había sido construida por nobles sabios que inspirándose
en las más bellas formas de la naturaleza, quisieron que aquella morada fuese
una morada donde se viviese anticipadamente el goce que el Gran Maestro
otorgaba a su pueblo, el goce de la paz y de la armonía.
Sin embargo, el afán de poder, generó una terrible competencia,
una espantosa rivalidad que desencadenaba guerras y destrucción.
El deseo de riquezas propicio la gula, la ambición, la avaricia.
El hombre ya no competía, tan solo vivía para satisfacer sus intereses. Antes
de dar, recibía.
El afán de placer, anulo la verdadera búsqueda de la plenitud.
Gozar sin trabajar era lo deseado. Recibir frutos sin sembrar. Aquellos afanes
fueron ahogando y enterrando poco a poco el tenue grito de esperanza de volver
a vivir en armonía con las leyes de la naturaleza. Sin duda, Netzah había
dejado de ser la dulce tierra de los goces para convertirse en la mísera tierra
de los placeres.
Mientras que todo esto sucedía en la Ciudad Sagrada, no muy
lejos de allí, pero si lo suficiente como para quedar protegido por el hedor
nauseabundo procedente de la basura que enterraba a Netzah, crecía fuerte y
saludablemente un joven príncipe de sangre real, era Vehuel, hijo legítimo de
la princesa Venus y del príncipe Urano.
La princesa de Netzah se vio obligada a abandonar a su hijo
cuando su esposo Urano fue derrocado del poder. Lo entrego a una familia
humilde que le era fiel, y esta lo había criado durante 18 años. Ahora Vehuel
era todo un hombre y se complacía en hablar con las plantas y los animales, que
parecían entender su lenguaje.
Un día, Vehuel, sin poder evitarlo oyó la conversación que
mantenían sus padres ilegítimos y conoció la verdad sobre su identidad. El
joven que era noble y bueno comprendió lo que había sucedido, pero dijo a sus
protectores que debía ir en busca de sus verdaderos padres.
Vehuel ya dirigía sus pasos hacia la Ciudad Sagrada, y cuando se
acercaba a ella noto como el aire se enrarecía impidiéndole casi respirar. Tuvo
que hacer grandes esfuerzos para seguir su camino, pero poco a poco se fue
acostumbrando a él sintiendo como en su pecho ardía un fuego hasta ahora
desconocido.
A su paso, Vehuel vio como los hombres permanecían prisioneros
de un sopor que no les permitía pensar. Encontró en su camino a un joven que
lloraba amargamente. Se acercó a él preocupado y le dijo:
-¿Por qué lloras muchacho? Por la intensidad de tu dolor, algo
grave debe ocurrirte.
-Si es cierto, acaban de cortarme el cabello más de la cuenta
-contesto el afligido joven -
Vehuel no supo contestar, pues no comprendía como podía llorar
por tal banalidad. Así fue encontrando otros muchos casos y comprendió que
aquel pueblo no tenía espíritu, estaba vacío y se dijo que debía hacer algo
para ayudarles.
Sin pensarlo más, se puso a trabajar. Día tras día trabajaba
incansablemente y al poco tiempo muchos se unieron a él. Al cabo de unos días,
el grupo había crecido considerablemente y cuando este fue lo suficientemente
grande, Vehuel, les hablo:
-Muchos de vosotros habéis conocido el placer de la tierra y
habéis quedado prisionero de sus seductores encantos. Ahora podréis conocer el
verdadero goce que tan solo Dios puede ofrecer. Seguid mis pasos y abandonemos
este valle. Elevémonos hasta la montaña de Hochmah, donde mi padre el Príncipe
Urano nació. Allí encontraremos la faz de nuestro creador.
Así fue como Netzah dejo de ser la tierra profanada por la mayoría
y se convirtió en la Ciudad Sagrada donde moraba el Eterno Amor.
Fin.