Atributo: Dios que da alegría.
Planeta: Júpiter.
Coro Angélico: Dominaciones.
Sefiráh: Jesed.
Horario de regencia: de 13 a 13:20 horas.
Días
de regencia: 14 de febrero, 27 de abril, 8 de julio, 21 de septiembre, 2 de
diciembre
¿Para qué se le invoca?
·
Liberarnos de nuestra prisión interna.
·
Tener consuelo ante las adversidades.
·
Liberarnos de enemigos y vicios.
·
Liberarnos de la depresión y el pánico.
Los nacidos bajo su regencia
El que nace bajo su regencia amará la lectura, las ciencias y
todo conocimiento de modo general. Tendrá ideas brillantes y sentimientos
sublimes. Gracias a su inteligencia podrá ocupar una posición de destaque en la
sociedad, porque al ser dotado de una extrema auto confianza será indicada a la
asumir puestos de liderazgos. Comprenderá rápidamente los problemas de los
otros pero sólo les dirá lo necesario, sabiendo inclusive que algunos no
merecen su ayuda. Es descuidado en relación al dinero pero nunca le falta
piensa que por amor todo vale la pena. Sólo se casará por amor, esperando que
su afecto sea retribuido. Tendrá una mente imaginativa, memoria fotográfica, a
pesar de no aceptar demasiado su propia percepción. Sus conclusiones serán más
intuitivas que elaboradas por una lógica. Podrá hacer muchos viajes, muchas
ciudades diferentes mostrando en cada lugar su presencia, la riqueza de su
personalidad y la nobleza de su carácter.
Cita bíblica
Y mientras cantan y
bailan, dicen:
«En ti se hallan todos
mis orígenes.»
Salmo 87:7
Yeiazel: “un corazón
limpio”
Los ojos del rey Irol estaban dolidos por el llanto. Durante
siete largos ciclos de la luna, no había cesado de llorar la desgracia que
afligía su corazón. Lamentaba la crueldad del destino y no perdonaba las malas
artes de Agatan, la bruja que había secuestrado a su única y amada hija.
Irol había ofrecido grandes riquezas a quien lograse salvarla de
la indeseable Agatan, pero los poderes de esta hechicera pusieron fin a todas
las tentativas de los valientes caballeros que uno a uno fueron hechos
prisioneros.
La desesperación del rey era cada vez mayor. Estaba dispuesto a
ofrecer su reino si a cambio de ello conseguía tener a su lado de nuevo a su
hija.
Agatan viendo la desolación de Irol le ofreció un trato.
Liberaría a su hija la princesa Azar a cambio de todo su reinado.
Irol que era presa de la locura, estaba dispuesto a ello, pero
sus Consejeros se lo impidieron, pues sabían que si el reino caía en manos de
Agatan, aquello significaría el fin de todos los pueblos, los cuales caerían en
manos de su brujería, quedando para siempre como sus prisioneros.
– No podéis ceder Majestad. Pensad en vuestro pueblo, lo
abandonareis en manos de la malvada Agatan -le expreso uno de sus consejeros -.
– Pero mi hija Azar, que le ocurrirá si no cedo al trato de
Agatan? Permanecerá prisionera en las mazmorras del tétrico castillo donde
habita la hechicera -argumento apesadumbrado el rey Irol -.
– Debemos tener valor amado rey -dijo otra voz-. Es el único
poder contra el que Agatan no podrá hacer nada. Si tanto es su poder porque
hacer un trato. Algo ha de temer y debemos averiguar que es.
Un día, cuando apenas acababa de amanecer, un joven pastor se acercó
hasta el palacio del rey, pues se le había extraviado una de las ovejas, y le
pareció haber tomado aquella dirección. Busco con mucho ahínco, pero no
logro encontrarla. Sin embargo, se sorprendió al ver tantos rostros tristes y
al percibir tanto silencio.
– ¿Que ocurre en palacio? -pregunto ignorantemente el joven
pastor -.
– ¿De dónde vienes chico? ¿Acaso no sabes que la princesa Azar
esta prisionera en el castillo de la bruja Agatan? -explico aquel al que había
preguntado -.
– Vengo del monte. Allí llegan pocas noticias. Soy Yeiazel, el
pastor. Estoy buscando a una oveja extraviada, pero tal vez pueda ser de ayuda
-advirtió humildemente el muchacho -.
Sin pensárselo más, recogió el resto de las ovejas y se dirigió
en dirección al castillo de Agatan.
La bruja pudo ver a través de su bola mágica como se acercaba el
pastor y sintió como un escalofrío se apodero de ella. Aquella inocencia,
aquella pureza de corazón la ponía nerviosa y debía utilizar toda su magia para
poder vencer a aquel intruso.
-Alto joven descarado, ¿a dónde crees que vas? ¿Acaso no te han
enseñado a respetar lo privado? -le interrogo Agatan-.
– Debes ser Agatan, la hechicera. Si es así, te ruego dejes en
libertad a la princesa Azar. Su padre y todo su reino sufre por ella -le dijo
el osado joven -.
– Acércate y ven a rescatarla tú mismo -invito la malvada bruja
-.
Agatan sabía que todos cuantos entraban en su morada quedaban
prisionero de ella, pero no contaba con algo muy importante, Yeiazel tenía un
corazón limpio y ninguna tuerza por poderosa que esta fuese lo ataría
manteniéndole prisionero de ella.
Respondiendo a la invitación de la bruja, el joven y puro pastor
entro en su morada y cuál no sería la sorpresa de Agatan al ver como aquel
inofensivo joven liberaba de las mazmorras a la bella princesa Azar.
Desde aquel día, la bruja perdió todo su poder sobre el reino
que gobernaba el rey Irol, pues el corazón de cada hombre se purifico siguiendo
el ejemplo de Yeiazel, el joven pastor.
Fin.