Atributo: Dios que da alegría.
Planeta: Júpiter.
Coro Angélico: Dominaciones.
Sefiráh: Jesed.
Horario de regencia: de 11:20 a 11: 40 horas.
Días
de regencia: 9 de febrero, 22 de abril, 16 de septiembre, 27 de noviembre
¿Para qué se le invoca?
·
Reconciliaciones entre familiares.
·
Obtener el perdón por ofensas.
·
La partición de herencias en forma justa.
·
Tener buena relación entre padres e hijos.
Los nacidos bajo su regencia
Será un gran colaborador para el bienestar social, muchas veces
a costa del sacrificio de intereses personales. Amará vivir en paz con todos y
ver a todas las personas reconciliadas. Su moral estará siempre sobre un rígido
control, pudiendo suprimir sus propios sentimientos. Con mente práctica será
admirado por la manera de resolver cualquier problema. Siempre atento a los
detalles, hablará de forma discreta y agradable, jamás utilizando la fuerza
para hacerse entender. Su bienestar emocional dependerá de la aprobación de los
demás en la convivencia social. Tendrá riqueza y ayudará a promover asuntos
referentes a medicina y espiritualidad. Su trabajo diario será arduo y lleno de
novedades, debiendo tener cuidado de no ser exigente y austero por demás
consigo mismo. Tendrá inmensa aversión por actitudes extravagantes o escándalos
sociales, probablemente será físicamente atractivo /a y no se preocupará en
encontrar su alma gemela.
Cita bíblica
Yo amo al Señor
porque él escucha mi
voz suplicante.
Salmo 116:1
Chavakhiah: “el
espíritu reconciliador”
Aquellos que les conocían, decían que habían nacido el uno para
el otro y cualquiera que hubiese tenido la oportunidad de conocerles, llegarían
a la misma opinión, y es que desde muy pequeños El e Iah sintieron algo muy
especial que les llevo a una amistad que muchos envidiaban.
Se complementaban y entendían tan bien, que nadie les vio jamás
discutir.
Cuando uno de ellos emprendía algo, siempre lo hacía pensando en
el otro y aquello era el secreto que permitió que durante todos aquellos años
vivieran como ejemplo de armonía.
Con el tiempo fueron creciendo y las experiencias que cada uno
iba adquiriendo, rápidamente las compartía con su compañero.
Pero llego el día en que Iah tuvo que abandonar el pueblo. Era
un poco mayor que El, y debía desplazarse a la ciudad para continuar sus
estudios.
Habían estado tanto tiempo juntos que nunca pensaron que algún
día tendrían que separarse.
No, para eso no estaban preparados, al menos eso pensaba El, que
veía como un profundo vacío nacía en su pecho cuando Iah le contaba sus
proyectos.
-No puedes dejarme Iah, deberías esperarme, tan solo me queda un
año -le rogaba El a su amiga e inseparable compañera.
-Pero El, no lo comprendes, perderé un año y ya sabes que mis
padres se han sacrificado por mí para que logre ir a la universidad. No puedes
pedirme eso -le explico Iah sufriendo enormemente -.
-Ya veo que tus estudios son más importantes que yo -dijo
indignado El -.
– ¿En verdad crees eso? Eres injusto conmigo. Pensé que eras mi
mejor amigo, pero veo que tan solo te importas tú -contesto Iah ofendida y
dolida -.
-Tu hablas de amistad. Un verdadero amigo no abandona a otro por
ambición. Quieres ser la mejor, siempre lo has querido.
Aquellas palabras fueron muy duras y Él lo sabía. En lo más
profundo de su corazón no estaba sintiendo lo que sus palabras expresaban, y
sin embargo, no evito que fuesen dichas.
Iah profundamente ofendida sintió como sus lágrimas quemaban con
gruesas gotas sus ojos y se alejó de Él, dejándola marchar sin pedirle
disculpas por sus duras palabras.
Se había quedado solo, aquella amistad tan inalterable se esfumo
en solo segundos.
No podía ir a casa en aquel estado y decidió buscar un lugar
aislado donde quedo sumergido en sus pensamientos.
Pero no sería por mucho tiempo, pues inesperadamente una voz le
interrumpió:
-Muchacho, ¿por qué sufres? Nada te impide ser feliz, al no ser
tu mismo -le dijo aquel misterioso personaje -.
El quedo muy sorprendido, pues pensaba que estaba solo en aquel
rincón oculto y además, ¿cómo sabía aquel desconocido lo que a él le pasaba?
-Por favor no se ofenda, pero no tengo la costumbre de hablar
con desconocidos -contesto El -. Pero de todos modos, ¿cómo sabe usted que
estoy sufriendo? ¿Quién es usted? -pregunto finalmente llamado por la
curiosidad -.
-Mi nombre es Chavakhiah y soy el espíritu de la reconciliación
-le contesto llanamente el tal espíritu -.
– ¿El espíritu de la reconciliación? -expreso admirado El -.
-Muchacho, ¿por qué has escogido el camino más difícil que tan
solo te lleva al sufrimiento? Tienes en tus manos la posibilidad de cambiar las
cosas. Si has ofendido a Iah, pídele perdón y reconcíliate con ella. ¿No es eso
lo que más desea tu corazón? -le dijo el espíritu -.
Pero El apenas si podía oír ya su voz, pues corría presuroso en
busca de Iah. Le iba a pedir perdón y a reconciliarse con ella, pues comprendió
que el mal tan solo podría cambiarlo con el bien, y él lo tenía en sus manos.
Fin.