Atributo: Dios por encima de todo.
Planeta: Mercurio.
Coro Angélico: Arcángeles.
Sefiráh: Hod.
Horario de regencia: de 17 a 17:20 horas.
Días
de regencia: 26 de febrero, 9 de mayo, 20 de julio, 3 de octubre, 14 de
diciembre
¿Para qué se le invoca?
·
Abandonar vicios y malas compañías.
·
Tener protección en los viajes.
·
Liberarnos de nuestras propias obsesiones.
·
Influenciar las ganancias monetarias provenientes del trabajo
honesto.
Los nacidos bajo su regencia
Las personas nacidas bajo esta regencia tendrán un temperamento
vigoroso y fuerte soportando cualquier adversidad con benevolencia, paciencia
y coraje. No tiene miedo al trabajo y tiene gran habilidad manual si fuese
mujer podrá ser una excelente decoradora, consiguiendo captar con su intuición
los puntos fuertes del lugar, utilizando a través del conocimiento símbolos
mágicos y diferentes energías para proteger el lugar de influencias negativas.
Respecta a las personas con moral, inteligencia y sentimientos pues sabe que
estos valores ennoblecen el alma y constituyen una buena existencia en la
tierra. Estará siempre integrado en asuntos sociales o políticos pues inspira mucha
confianza en muchas personas. Tendrá facilidades financieras para proyectarse
incluso internacionalmente. Aprenderá de sus errores y no se deja llevar por
instintos. Es optimista, expresivo y prudente.
Cita bíblica
¡Alabaré al Señor por
su justicia!
¡Al nombre del Señor
altísimo cantaré salmos!
Salmo 7:17
Imamiah: “la música de
las esferas”
Siempre se reían de él, pues decían que era cursi y débil como
una flor. La verdad es que si lo comparaban con la corpulencia y fortaleza de sus
hermanos, Imamiah era un insignificante y sensible ser.
En aquellos días, la vida no era fácil. Rara era la vez que no
se recibían noticias de países que habían sido asediados y conquistados por
legiones de hombres rudos y violentos, sedientos de sangre y ambición.
Hombres sin escrúpulos cuyo único objetivo era sembrar el
pánico, el terror y la maldad entre los habitantes de los demás pueblos.
El padre de Imamiah era el soberano de aquella rica comarca. Su
poder se extendía a través de un vasto reino y durante 22 años había gobernado
disfrutando de la paz.
Sin embargo, ese estado de plenitud iba a ser alterado, puesto
que una tropa de barbaros guerreros se dirigían hacia su tierra y aquello solo
podía significar una cosa, la guerra.
Nada más supo la noticia reunió al Consejo de los Sabios y a sus
hijos, debía consultar con ellos, pues estaba desconcertado.
-¿Que podemos hacer sabios consejeros? -pregunto muy preocupado
-.
-Debemos parar su avance antes de que crucen nuestras defensas y
lleguen a palacio -le advirtió uno de sus hijos -.
-Tiene razón el príncipe Arul, Majestad, hemos de pararles
-expreso el Consejero -.
-¿Que me sugerís pues? -pregunto una vez más el rey -.
-Dejadme salir a su encuentro -se adelantó su hijo Arul -, yo
les parare.
Así fue acordado y así se cumplió. El valiente Arul partió con
una gran tropa para hacer frente al enemigo.
Confiaba en su poder y bravura, pero no serían suficientes, pues
al cabo de dos lunas, volvió derrotado. Su ejército había sido diezmado.
Viendo aquella derrota, otro de sus hijos propuso ser el quien
probase suerte. El rey que no sabía qué hacer, accedió a su petición y su
segundo hijo busco al enemigo para poder vencerle.
Pero no sería mejor su suerte. Transcurrió una sola Luna y el
bravo guerrero volvió desolado y vencido.
El tercero de los hermanos, indignado y enfurecido por aquellas
humillaciones, solicito a su padre que le dejase partir, pues debía vengar el
honor de su familia y su petición también fue concedida.
Al mando de los pocos hombres que quedaban en palacio, el
orgulloso y osado joven busco al enemigo con la esperanza de poder vencerle y
vengar las suertes de sus amigos.
Pero al tercer día de su partida, volvía mal herido y sin haber
conseguido su objetivo.
Nadie podía salvar ya al rey. Sus tres hijos más valientes
habían fracasado y nadie se atrevía a intentarlo.
Sin embargo, había olvidado como siempre a Imamiah, el delicado
y sensible Imamiah.
-Padre -le dijo -, dejadme siete arpas y yo os liberare del
enemigo.
Todos rieron al oír aquella solicitud, mas su padre que ya no le
quedaba ganas de reír, miró a los ojos de su hijo más pequeño y vio una extraña
luz, y le dijo:
-Toma cuanto quieras y que la Diosa Netzah te proteja.
Imamiah tomo las siete arpas y reunió a siete hombres que
siguiendo sus instrucciones tocaron una bella melodía.
De repente el cielo se abrió y una sinfonía celestial partió de
él. La Música de las Esferas tenía un gran poder y el enemigo se fundió en
aquella armonía olvidando todo deseo de maldad.
La paz sobrevivió y ya nadie se reiría más del sensible y
delicado Imamiah.
Fin.