Nombre:
Achaiah: “Dios bueno y paciente”.
Coro:
Serafines, Ángeles al servicio de Kether-Voluntad. Ángel
Lo
que otorga:
·
Paciencia para soportar las
calamidades de la vida.
·
El descubrimiento de los
secretos de la naturaleza.
·
Descubrir el sentido de la
vida cuando se ha perdido la fe en todo.
·
La capacidad de innovar y de
ver lo que está más allá de los hechos probados.
·
Para combatir la pereza, la
negligencia y la despreocupación.
Lección:
Vencer las verdades convencionales.
Planeta:
Neptuno
Sefiráh:
Keter
Días
de regencia: 12 de enero, 26 de marzo, 7 de junio, 19 de agosto, 31 de
octubre
Cita bíblica
El
Señor es clemente y compasivo,
lento
para la ira y grande en amor.
Salmo
103:8
Los nacidos bajo su regencia
Son personas muy
espirituales pero a la vez tienen los pies en la tierra. Miran el horizonte
pero tiene la mente en las estrellas.
Aunque no tenga instrucción
formal, tendrá conocimientos que lo convertirán en una persona influyente.
Estará siempre atento a las oportunidades que la vida presenta y a través de su
intuición sabrá aceptar riesgos y sortear peligros.
Es obstinado y tenaz posee
una gran habilidad para conocer todos los puntos de vista sobre las
situaciones. Es altruista, inmensamente paciente y comprensivo con todos. Se
podrá interesar por comunicarse con la naturaleza utilizando equipos
ultrasensibles o al estudio de las potencialidades del cerebro humano.
Achaiah: “La Magia de la Paciencia”
De
todos los profesores del colegio, Don Iván era el más querido, y a pesar de que
muchos le creían un poco loco también era verdad que todos le consideraban su
favorito.
No era un profesor como los
demás, no, él no era anticuado. Su modo de educar era muy distinto, tal vez
para muchos incluso excéntrico, pero lo cierto era que sus alumnos se sentían
muy satisfechos.
Pero si queréis, podéis
comprobarlo por vosotros mismos. Pasad conmigo a su clase y ocupad asiento,
pero mantened silencio, os lo ruego, pues eso sí, a Don Iván le gusta el
respeto.
– Queridos
alumnos, buenos días a todos. Hoy estudiaremos el secreto de la vida -explicaba
Don Iván mientras paseaba entre ellos-. Veamos, tú mismo, ¿Qué crees que es
necesario para que se produzca la vida? -pregunto a uno de sus alumnos-.
– Pues
vera usted Don Iván, así de pronto, no sabría qué contestarle -dijo
titubeante-.
– Bien, y tú
qué opinas -volvió a preguntar a otro-.
– ¿La
vida, la vida, para que haya vida hay que estar vivo, no Don Iván? -contesto
muy nervioso el consultado-.
– Bueno,
ya es algo- le dijo Don Iván queriendo animarlos-. Pero se me ocurre una idea
mejor. No habrá examen este mes, tan solo os pido una cosa, quiero una
respuesta a mi pregunta. Aquel que la conteste estará aprobado.
Todos asintieron contentos
de no tener que estudiar para el examen, pera antes de terminar la clase, Don
Iván quiso dejarles un consejo.
– No
creáis que os va a resultar fácil, así que llevad cuidado.
La clase agoto su tiempo y
la mayoría salió corriendo, pues deseaban divertirse un rato. Tan solo la joven
Achaiah se quedó y no quiso desaprovechar aquella oportunidad en la que se
encontraba a solas con Don Iván para preguntarle algo que le preocupaba.
– Don
Iván, ¿puede contestarme una pregunta?
– ¿Cómo no
pequeña, dime, que te preocupa? -contesto amablemente el profesor-.
– ¿Cómo
podemos llegar a saber aquello que desconocemos? -pregunto la joven muy
inquieta-.
Tan solo con paciencia,
querida Achaiah, tan solo con paciencia. No lo olvides jamás.
Aquellas palabras quedaron
muy grabadas en la mente de la joven Achaiah quien sentía una especial
atracción por conocer los secretos de la naturaleza. Era una enamorada de los
misterios.
Pues bien, el tiempo paso
sin prisa, pero sin pausa, y el día en que debía entregar sus trabajos se
aproximaba. Pero este detalle parecía no importar a ninguno, pues apenas si
habían prestado atención a desvelar aquel misterio. Se habían despreocupado por
completo, tan solo se interesaron por jugar y divertirse.
Sin embargo, Achaiah se lo
había tomado en serio y cada día se dedicaba pacientemente a observar el
crecimiento de las flores. Había sembrado una semilla y vio como de la tierra nacía
su primer brote. Día a día comprobó que iba creciendo y cuando hubo alcanzado
una altura considerable, asistió al milagroso momento en que aquella hermosa
flor abría sus pétalos al sol.
Si, Achaiah había encontrado
la respuesta. Sabía lo que era necesario para que se produjera la vida. Ella
entusiasmada contó su experiencia a los demás, pero se rieron de ella, pues
como iban ellos a perder su tiempo viendo como una flor crecía.
Y llego el día señalado. Uno
a uno fueron consultados, y ninguno supo dar respuesta, pero cuando llego el
turno de Achaiah, ella si supo contestar. Don Iván la felicito y cuando ya se
marchaba, orgulloso de ella, le pregunto:
– ¿Cómo
has podido encontrar la respuesta?
– Muy
sencillo Don Iván, hice lo que usted me aconsejo, tuve paciencia.