Atributo: Dios generoso.
Planeta: Luna.
Coro Angélico: Guardianes.
Sefiráh: Yesod.
Horario de regencia: de 22:20 a 21:40 horas.
Días
de regencia: 29 de febrero, 13 de marzo, 25 de mayo, 5 de agosto, 19 de
octubre, 31 de diciembre
¿Para qué se le invoca?
·
Tener fertilidad en la tierra.
·
Tener fertilidad en las parejas.
·
Proteger la salud y tener curación en general.
Los nacidos bajo su regencia
Los nacidos bajo su regencia tienen clase, son elegantes, nobles
y altruistas en sus relacionamientos, debido a su dominio espíritu-instinto. Su
buen astral es contagioso, es poderoso, inteligente y con profunda capacidad de
análisis. Consigue catalogar aquello que llega a sus manos descartando lo que
no le interesa. Su conducta honesta será una protección contra los problemas y
las influencias negativas. Muchas veces pensará que las puertas se les cierran,
pero por cada puerta cerrada los ángeles le abrirán muchas otras. Entregará a
Dios su futuro con total confianza y seguridad. Cae bien donde sea que esté. Su
espíritu material ayudará a otros a veces de forma ingenua. Y es necesario para
que pueda cumplir bien su camino que armonice las relaciones con los más
próximos a él, tratando de no dejar ningún rencor. Está dotado también de
protección de elementos, especialmente los de tierra y quizás por esto pueda
tener una necesidad de vivir en el campo donde su inteligencia se manifestará,
obteniendo mejores ideas.
Cita bíblica
¡Aleluya! ¡Alabado sea
el Señor!
Den gracias al Señor,
porque él es bueno;
su gran amor perdura
para siempre.
Salmo 106:1
Habuhiah: “pagando
deudas”
Los habitantes de la comarca de Lumar se sentían muy orgullosos
de ser propietarios de aquellas fértiles tierras.
Nadie había visto jamás campos tan ricos y fecundos como
aquellos.
Los mejores y más gustosos frutos crecían en los arboles de
aquella región, y ninguna otra cosecha podía compararse a la que se recogía
cada año en aquellas tierras.
Eran verdaderos artesanos de la agricultura. Amaban
profundamente el campo y los espacios libre donde gozaban de la gratitud que le
otorgaba la naturaleza.
La salud y el bienestar era compartido por todos y aquella
felicidad era para muchos una recompensa Divina.
En los jardines de palacio crecían y exhalaban las más bellas
flores, y en ellos, pasaba las templadas tardes primaverales la hermosa
princesa Violeta, que se embriagaba con la suave brisa de aquellas seductores
aromas.
Sin embargo, en el Libro del Destino había una cuenta pendiente
que Lumar y sus habitantes debían pagar, y había llegado la hora de hacerlo.
Cierto día, al atardecer, cuando el Sol cedía cortésmente su
hegemonía en el firmamento a su amada Luna, una espesa nube cubrió por completo
el cielo impidiendo que sus nítidos rayos llegasen a la tierra. La oscuridad
llego antes de tiempo y aquel hecho llamo la atención de los expertos
conocedores de los símbolos de la naturaleza.
– Debe ser una nube de polvo -replico uno de ellos -.
– Tal vez sea una bandada de pájaros, en este tiempo suelen
emigrar de otras tierras -expreso un segundo -.
Pero no tardarían en salir de aquella incertidumbre, pues aquel
extraño ruido vino a disipar sus dudas. Eran langostas, una terrible plaga de
langostas. Eran tantas que habían oscurecido la tenue luz del Sol.
Aquello tan solo podía significar una sola cosa, la devastación.
No podían creerlo. Tantos esfuerzos, tantos sacrificios, para que en pocas
horas todo quedase destruido por aquellos parásitos hambrientos.
Pero a pesar de sus muchos talentos, nadie pudo evitar que Lumar
la comarca más rica y prospera de cuantas se habían conocido, se convirtiera en
un desolador desierto.
Al menos ellos sobrevivieron a aquella masacre, pero ¿durante cuánto
tiempo? Habían perdido todo cuanto tenían. ¿De qué se alimentarían?
En poco tiempo aquellas preguntas encontraron respuestas. El
hambre estaba azotando a aquel pueblo y ya eran muchos los hombres, mujeres y
niños que estaban enfermos.
El rey de Lumar también sufrió en sus carnes aquella tragedia,
su hija, la princesa, estaba muy enferma.
Tan solo les quedaba una única esperanza, consultar con el sabio
Habuhiah, el conocía todos los secretos de la naturaleza.
– ¿Cuál es la causa de esta desdicha sabio anciano? -pregunto
con amargura el rey -.
– Cada fruto tiene un árbol y cada árbol un tronco. Cada tronco
una raíz y cada raíz una semilla -contesto el anciano -.
– ¿Qué queréis decir con ello, sabio Habuhiah?
– Debéis saber que esta devastación es solo el fruto, un fruto
que hace mucho tiempo fue sembrado por vosotros en otra vida. Vosotros lo habéis
olvidado pero en la memoria de la naturaleza todo está escrito, y yo la estoy
leyendo. Es el pago por vuestra pasada ambición. Desolasteis las tierras de
otros pueblos, pues erais un pueblo guerrero. Ahora debéis dar vida a los
campos, pero debéis conocer el dolor que se siente cuando los esfuerzos se
hacen vanos. A partir de ahora podréis trabajar de nuevo las tierras, vuestra
deuda está pagada. Id tranquilos, pues vuestra hija al igual que los demás se
salvara. Pero hacedle saber cuál fue su pasado mal, para que ninguno de ellos
vuelva a errar.
Desde aquel día, el pueblo de Lumar trabajo con una nueva
ilusión, pues sabían que el futuro estaba en sus manos y en este, tan solo
había amor por la tierra y por cuantos habitaban en ella.
Fin.