Atributo: Dios que da vida.
Planeta: Venus.
Coro Angélico: Virtudes.
Sefiráh: Netzaj.
Horario de regencia: de 21 a 21:20 horas.
Días
de regencia: 9 de marzo, 21 de mayo, 1 de agosto, 15 de octubre, 27 de
diciembre
¿Para qué se le invoca?
·
Reconfortarnos ante adversidades.
·
Tener inspiración para obras literarias.
·
Protección de un comercio.
·
Protegernos contra accidentes de tránsito.
Los nacidos bajo su regencia
Se destacará sobre todo por la fuerza de voluntad para aprender.
Es tolerante y generoso, comprenderá a todos y buscará el lado positivo de las
cosas, como también entenderá sus defectos. Siempre se quedará generalmente con
la mejor parte de cualquier cosa, siempre y cuando los demás involucrados
queden bien. Es maduro, tiene intelecto luminoso y podría tener un cuerpo
perfecto. Está pleno de vitalidad y sabe balancear la razón con la pasión.
Adora amar y ser amado teniendo necesidad a veces de poseer y dar afecto.
Protege siempre a la familia con su enorme fuerza y podría parecer un poco
ingenuo el considerar a todos como amigos. Le cuesta percibir la traición. Se
enoja con facilidad cuando se le trata de una forma injusta y será siempre el
centro de las atenciones por su espléndida forma de decir. Puede hacer viajes,
reuniones o fiestas constantemente. Considera siempre que todo está a su favor
aun cuando está en dificultades. En su vida generalmente no hay lugar para
creencias en supersticiones o en fuerzas del destino.
Cita bíblica
Pero el Señor cuida de
los que le temen,
de los que esperan en
su gran amor;
Salmo 33:18
Mehiel: “el joven
escritor”
Desde hacía ya bastante tiempo, la vida para Mehiel se había
convertido en aburrida, monótona. Jamás ocurría algo que le diese un poco de
sentido.
Su única distracción había sido siempre escribir, pero aquella
apatía había dejado estéril su imaginación y la fuente de inspiración parecía
haberse agotado.
Pero aquella pobre situación no iba a durar siempre, y así se lo
parecía a nuestro protagonista cuando de repente aquel ciclón humano entro en
su habitación.
– Hermano, hermano, mira lo que te traigo -grito jadeante y sin
aliento la impetuosa joven -.
Era la hermana menor de Mehiel la que acababa de causar aquel
atropello. En sus manos mostraba un trozo de papel que debía ser muy
importante, pues el rostro del joven escritor se ilumino de un modo extraño.
Tomo la nota y la beso repetidamente.
– Es mi oportunidad. ¡Ja, ja, ja…! -reía alocadamente -. Ahora
tengo un motivo para volver a escribir. Voy a ganar ese premio y seré un hombre
celebre. Todos oirán hablar de mí.
Con esa ilusión se entregó en manos de la inspiración. Debía
encontrar un buen guion y les daría vida a los personajes. Juntos lograrían un
excelente trabajo. Si, estaba convencido de su talento. Ya lo había demostrado.
Sin embargo, fueron pasando los días y el joven escritor tan
solo había logrado llenar la papelera de hojas.
Sin duda la inspiración le había abandonado. Había dejado pasar
el tiempo sin hacer uso de ella, y debió cansarse de esperar. Pero ese no era
el motivo, y Mehiel que en un principio lo único que deseaba era ser famoso,
fue cambiando su actitud. Ya no le importaba la celebridad, debía escribir para
instruir a los demás sobre las verdades que custodiaba.
Y aquel cambio obro milagros. De nuevo sintió ese cosquilleo tan
particular que le anunciaba que debía tomar rápidamente papel y lápiz, pues el
manantial de la inspiración fluía de nuevo y vivificaba su mente con imágenes
que debía ir transcribiendo.
– Erase una vez en los confines del Tiempo, cuando la humanidad
vivía libre y feliz en un hermoso reino, que una terrible bestia emergió de la
oscuridad y busco al hombre para saciar su feroz apetito.
Aquel dragón contaba con siete cabezas y diez cuernos, y pronto
sembró el pánico en el paraíso. Pero cuenta la leyenda que entre los hombres
había uno muy sabio al que todos amaban por su valor y bondad. Aquel valiente
guerrero armado con una espada forjada en las fraguas de Ketber y templada en
las aguas de Hochmah, hizo frente a la bestia a la que venció tras una
sangrienta batalla en la que consiguió cortarle las siete cabezas, apoderándose
de sus diez cuernos.
Desde aquel día la humanidad conoció de nuevo la felicidad, y el
bravo guerrero coloco cada cabeza en las siete Montañas Sagradas, y con los
diez cuernos edifico los pilares de un Gran Templo.
Todos respetaron aquella nación, la cual reino sobre todas las
naciones con sabiduría y valor.
Mehiel había terminado de escribir y se sentía como ese héroe
guerrero que acababa de vencer a la bestia. ¿Qué bien se lo pasaba escribiendo?
Al día siguiente, el joven escritor presento su obra. Ya no le
interesaba ganar el premio, pero si deseaba que los demás pudieran leerlo.
Cosa que lograría sin duda, ya que el cuento fue elegido entre
todos los demás y publicado. Muchos niños conocerán como el valor y el amor se convierte
en una invencible espada con la que se puede vencer cualquier mal, y
especialmente el furor del dragón.
Fin.