Nombre:
Cahetel: “Dios adorable”.
Coro:
Serafines, Ángeles al servicio de Kether-Voluntad. Ángel
Lo
que otorga:
·
La bendición de Dios y echar
fuera a los malos espíritus.
·
Abundantes cosechas
agrícolas y éxito en las labores campesinas.
·
Inspiración para elevarse
hacia Dios y descubrirlo.
·
Amor por el trabajo.
·
Ayuda contra las suertes,
encantamientos y sortilegios de los enemigos.
Lección:
Superar la vanidad y la servidumbre de la abundancia.
Planeta:
Mercurio
Días
de regencia: 13 de enero, 27 de marzo, 8 de junio, 20 de agosto, 1 de
noviembre
Cita bíblica
Vengan,
postrémonos reverentes,
doblemos
la rodilla
ante
el Señor nuestro Hacedor.
Salmo
95:6
Los nacidos bajo su regencia
Poseen armonía en su
carácter equilibrando lo espiritual con lo material.
Son maduros y dominan sus
impulsos. Tienen una clara visión del mundo y sus leyes y siempre siguen hacia
delante en lo que se proponen.
Por su madurez se sienten a
veces descolocados con respecto a su grupo social, familia y amigos pues tienen
dificultad para entenderlo.
Siguen a su corazón y con
gran intuición se muestran humildes para poder transmitir su conocimiento y
sabiduría.
No tienen miedo a nada y
siempre están dispuestos a ir de viaje, con su equipaje preparado.
Podrá ser un pionero en la
producción agrícola, sabrá compartir su prosperidad con los más allegados,
aunque puede atribuir su éxito a la suerte, agradece siempre a Dios por
todo lo que consigue.
Cahetel: “La derrota de Belial”
Las
acechanzas del mal se extendían por toda la tierra. Era como luna imperceptible
brisa que lentamente iba contaminando todo cuanto encontraba a su paso.
Aquellos que respiraban su nauseabundo hedor, quedaban prisioneros de su
hechizo y se encontraban perdidos en el laberinto de la pasión.
Así
fue como las huestes de las tinieblas, un terrible y poderoso ejército, reclutaban
día a día nuevas fuerzas. Eran expertos y hábiles seductores, y sus cantos
siniestros ahogaban el compás melodioso de las dulces armonías.
Así estaban las cosas en
aquellos tétricos días, y sin embargo, aún existía un rincón olvidado de la
tierra donde no había llegado la mano destructora de las tinieblas.
– El mundo
es nuestro, y el poder que poseemos es inmenso. Dominaremos los Elementos y el
Fuego, El Agua, el Aire y la Tierra, así como todo ser viviente tendrá que
arrodillarse a nuestros pies.
Era el príncipe de las
legiones infernales, que en su deseo desenfrenado de hacer el mal había tentado
al hombre, y este había cedido a su seducción.
Aquella victoria le hacía
sentirse orgulloso, casi un Dios, pero aquella celebración no duraría mucho, pues
las palabras de su lugarteniente le amargaría las entradas.
– Príncipe
Belial, aun no dominamos toda la tierra -le dijo temeroso-.
– ¿Cómo? -grito
cegado por la ira el malvado Belial-.
– Existe
una pequeña y humilde región en la comarca de Kehob. Es fértil y prospera, pero
sus habitantes no deben preocuparnos -contesto su servidor-.
– Te
equivocas, no debe quedar ningún alma que no sirva a mi trono. Ve y ofrécele
mis servicios. Pronto espero tu respuesta -le dijo amenazante Belial-.
Así fue como las tranquilas
aldeas de Kehob recibieron la inesperada visita de las legiones de las sombras.
De repente desplegaron su poder y quisieron extender su oscuridad sobre los
corazones de aquellas inocentes almas, pero aquel intento fracaso, pues una
extraña y poderosa aura les protegía.
– No es
posible -murmuro el fiel servidor de Belial-, nuestros hechizos nada pueden
contra su voluntad.
Fracasado, regreso hasta su
cuartel general en las profundidades de los abismos y contó lo sucedido a su
jefe y señor.
La noticia desencadeno la
rabia y la cólera de Belial, y fue tal su decepción que las profundidades de la
tierra se quebraron de dolor.
– Invoco a
las Salamandras, espíritus del Fuego infernal, a las Ondinas, espíritus de las
Aguas putrefactas y a los Elfos, espíritus de las plagas devastadoras. Os
invoco en el nombre de Satán nuestro Señor. Derramad vuestra maldad sobre la
tierra de Kehob y que sea pasto de la destrucción.
Y aquellos elementales
tomaron vida y sirvieron al príncipe Belial. Sin embargo, en la región de Kehob
también se elevó una invocación. Era Cahetel quien lo hacía implorando la
bondad de Dios, el Supremo Creador.
Las Salamandras provocaron
su fuego, las Ondinas contaminaron las aguas y los Elfos invadieron los campos
con plagas de insectos, pero del cielo y a la voz de Cahetel, las aguas puras
de Hochmah cayeron poniendo fin a aquel intento fallido de destrucción.
Desde aquel día el poder de
Belial disminuyo, y poco a poco, otras aldeas imitaron a las almas puras de
Kehob, y pronto el mal se retiró.
Fin.