Atributo: Dios que mantiene las cosas.
Planeta: Luna.
Coro Angélico: Guardianes.
Sefiráh: Yesod.
Horario de regencia: de 21:40 a 22 horas.
Días
de regencia: 11 de marzo, 23 de mayo, 3 de agosto, 17 de octubre, 29 de
diciembre
¿Para qué se le invoca?
·
Calmar la cólera.
·
Proteger el sueño y combatir el insomnio.
·
Darnos inspiración para la música y la poesía.
Los nacidos bajo su regencia
Los nacidos bajo esta influencia reúnen las más bellas
cualidades del alma y la personalidad. Será conocido por su óptimo carácter,
por su amabilidad y bondad. Soportará todos los problemas sin reclamar, es un
eterno luchador y será un estímulo positivo para cada uno y para la comunidad.
Su lema es vencer y otro lema es el significado: solo tienen miedo de morir
aquellos que no saben vivir. Conseguirá desarrollar su fuerte poder de captación
y observación que aplicará en todas situaciones. Siempre traza planes
optimistas y lógicos, no midiendo esfuerzos para realizarlos. Estará siempre
bien con todas las personas, pero no consigue nunca esconder sus sentimientos.
Cita bíblica
Señor, no me
abandones;
Dios mío, no te alejes
de mí.
Salmo 38:21
Manakel: “conociendo
el bien y el mal”
Aquel día, sería diferente a los demás. La fiesta que daba Lusar
para celebrar su cumpleaños reuniría a todos los chicos y chicas del barrio.
Acababa de mudarse de casa, y apenas si había tenido la oportunidad de hacer
amigos, por lo que pensó que lo de la fiesta sería una buena excusa para ello.
Y llego la hora del encuentro. Poco a poco fue recibiendo la
visita de los que pronto serían sus nuevos amigos. Entre ellos se encontraba
Manakel un joven amable y bondadoso que era muy querido por todos y cuya fama
de glotón le precedía. Así se lo presentaron a Lusar:
– Este de aquí es Manakel, es buen chico pero cuidado con él,
porque acaba con todo lo que se puede digerir.
Lusar miro a Manakel y comprobó por su físico que en nada
exageraba, pues aquella obesidad no se conseguía alimentándose del aire.
Sin embargo, y aunque Manakel les seguía la corriente en
aquellas bromas, en su interior se debatía en fuertes luchas. Su conciencia le
advertía que si abusaba de los alimentos su organismo no lo soportarla, tendría
una indigestión y enfermaría.
Aquella era la voz de su conciencia, pero había otra voz que le
hablaba, era la de sus instintos. ¡Oh Dios mío! qué bueno estaba todo, le decía
seduciéndole para que cayese en la tentación de seguir comiendo.
Sin duda, ninguno de sus amigos se percibía del sufrimiento que
Manakel llevaba por dentro.
En la fiesta no faltaba de nada. La comida era abundante y todo
estaba exquisito. Así se lo parecía a Manakel, que una vez las cedió a la voz
de sus instintos y se dio un atracón de miedo.
Cuando todo termino, cada uno se dirigió a su casa, pues se hizo
un poco tarde. Pero no todos lo hicieron así.
Manakel se sentía tan culpable por lo que habla hecho que no se
atrevía a regresar a casa.
Deseaba estar solo. No podía salpicar a los demás con el odio
que sentía hacia sí mismo. Una fuerte agresividad se concentraba en su pecho y
un fuego muy intenso le quemaba el estómago.
¡Dios mío!, que mal se sentía. Sin duda Dios le estaba
castigando por no obedecerle, y ahora se estaba muriendo.
Debía ir a casa, no quería morir sin despedirse de su familia.
La verdad es que no se estaba muriendo, ni Dios le estaba castigando,
pero se sentía tan culpable por haber desobedecido la voz de su conciencia que
le advertía de que estaba obrando mal, que ahora deseaba estar muerto para
acallarla.
Llego a su casa y se sintió un poco mejor al ver a su familia.
Estaba tan avergonzado que no podía ni mirar directamente a la cara de sus
padres, y por ello decidió ir a la cama.
Busco en el sueño la solución de su problema, pero pasaban las
horas en el reloj y no podía pegar ojo. Los remordimientos de conciencia no les
permitían sentirse en paz consigo mismo, y aquello le producía insomnio, no
podía dormir.
Toda la noche la paso en vela, y cuando el alba ya anunciaba un
nuevo día, el cansancio le abatió llevándole a un profundo sueño. Pero incluso
en este mundo, la paz le fue negada, puesto que tuvo una terrible pesadilla. Se
encontró con Dios que estaba muy enfadado con él y le decía coléricamente:
– Veo que has traicionado el saber que he puesto en ti. Eres
conocedor del bien y del mal, y lo violas caprichosamente. Si lo vuelves a hacer…
Entonces fue cuando Manakel se levantó sobresaltado y sudoroso.
La cólera de Dios era terrible. No podía fallarle.
Aquel sueño jamás lo olvidaría, y desde entonces el joven logro
vencer la voz de los instintos, y siempre se dejaba llevar por la voz de su
conciencia. Ahora sabía escoger entre el bien y el mal.
Fin.