Atributo: Dios clemente.
Planeta: Júpiter.
Coro Angélico: Dominaciones.
Sefiráh: Jesed.
Horario de regencia: de 11 a 11:20 horas.
Días
de regencia: 8 de febrero, 21 de abril, 3 de julio, 15 de septiembre, 26 de
noviembre
¿Para qué se le invoca?
·
Calmar nuestra ira.
·
Comprender las leyes divinas y la estructura del universo.
Los nacidos bajo su regencia
El que nace bajo su regencia será célebre por sus talentos y
acciones. Un pacificador inspirado. Tendrá la simpatía de todos y le encanta
resolver los problemas siempre aconsejando y apoyando. Su aura de confianza
atraerá personas influyentes que lo invitarán a trabajar. Será un buen
trabajador rindiendo más en puestos de liderazgo. Sus actitudes serán firmes
con altos principios morales, bondad y hospitalidad, pero puede sufrir
percepciones cuando las personas no corresponden a sus expectativas. Deberá
siempre profundizar en todos los asuntos que le interesan y si no tendrá que
acomodarse a tener siempre un conocimiento superficial sobre todo.
Profundamente emocional, transfiere a los hijos el amor recibido de sus padres.
Podrá ser un mecenas de las artes, principalmente de la música, pues a pesar de
su talento difícilmente será practicante. Tendrá dones paranormales latentes
que podrán llegar a ser liberadores. La limpieza perfecta será una de sus
grandes preocupaciones, porque sabe que en lugares sucios, objetos rotos, se
hallan las mismas.
Cita bíblica
Israel, pon tu
esperanza en el Señor
desde ahora y para
siempre.
Salmo 131:3
Lehahiah: “el rey
colérico”
Poco a poco la comarca de Masar iba quedando deshabitada. Desde
que Lehahiah fue nombrado Soberano del reino, sus habitantes fueron sometidos a
un riguroso destino.
El temor hizo aparición en cada hombre, pues la cólera del rey
cuando se desataba era terrible. Masar no había sido nunca una tierra de
cobardes, era un pueblo acostumbrado a hacer frente a las dificultades de la
vida. No rehuían el combate cuando era necesario luchar y se compadecían de sus
enemigos cuando eran derrotados en las batallas.
Pero desde que Lehahiah se corono rey, exigió a todos fidelidad
para acabar con la injusticia y con la corrupción.
Todos esperaban que su propósito fuese custodiar y proteger a
Masar de los traidores y asesinos, y así fue, pero para lograrlo dicto una
orden en la que abolió el derecho a ser juzgado. Él se proclamó único juez y
empuñando su espada sentenciaba a diestra y siniestra.
A un campesino que fue sorprendido robando una gallina, le
llevaron a su presencia y cuando conoció los cargos de los que se le acusaba
ordeno:
-Cortadle la mano derecha y si vuelve a repetir su acción,
cortadle la otra también.
Aquella fue su primera sentencia como único y supremo juez. La
verdad es que todos quedaron boquiabiertos por la sorpresa. Nadie comprendía lo
que estaba pasando y fue uno de los Consejeros de la corona el que indignado
por aquella actitud se dirigió al soberano:
-Majestad, perdonad mi atrevimiento, pero hablo en nombre del
Consejo Real y debo transmitiros nuestro rechazo ante la decisión que habéis
tomado.
-¡Basta! -grito encolerizado Lehahiah -. Si no ponemos fin al
mal, este nos ganara la batalla.
El consejero viendo que difícilmente podría convencer al rey de
que su disciplina era despiadada, opto por abandonar la sala.
A este caso sucedieron otros y muy pronto la celda de castigo y
la guillotina adquirieron un especial protagonismo.
El pueblo estaba aterrorizado y muchos decidieron abandonar sus
hogares con mucho pesar y aventurarse en la búsqueda de un nuevo horizonte.
En poco tiempo Lehahiah vio cómo su reino quedaba deshabitado y
la opresión a la que había sometido a su pueblo iba dando su recompensa.
Cierta mañana, cuando se levantó, el silencio era tan denso que
se respiraba en el aire. Aquello llamo su atención, y quiso conocer la causa de
tanta inactividad.
Llamo varias veces a sus servidores, pero no recibió respuesta.
La cólera le sobrecogía una vez más y tomando su espada salió nerviosamente en
busca de una explicación.
Al pasar por un estanque vio reflejada la imagen de un hombre.
Era tanta su cólera que arremetió contra él. Con un mandoble introdujo la
espada a la altura del corazón del que presumió era su enemigo, pero cuál fue
su sorpresa al comprobar que aquel hombre era el mismo.
Desde entonces, Lehahiah ya nunca más atentaría coléricamente ni
contra los seres ni contra las cosas y se convirtió en un fiel ejecutor del
orden.
Poco a poco, irían retornando los que un día se fueron, y
llegarían muchos más, deseosos de servir al justo Soberano de aquel reino.
Fin.