Atributo: Dios eterno.
Planeta: Sol.
Coro Angélico: Principados.
Sefiráh: Tiferet.
Horario de regencia: de 14:20 a 14: 40 horas.
Días
de regencia: 18 de febrero, 1 de mayo, 12 de julio, 25 de septiembre, 6 de
diciembre
¿Para qué se le invoca?
·
Proteger a magistrados para vencer en los procesos judiciales.
·
Tener coraje para enfrentar adversidades.
·
Protegernos contra armas blancas o de fuego.
Los nacidos bajo su regencia
Amará los viajes, será instruido y todos sus emprendimientos
tendrán éxito. Será célebre por sus actos de talento y coraje. Luchará por
mantener vivas las tradiciones y será investigador de hechos históricos y
aclarará situaciones oscuras dentro de la historia. Fácilmente tendrá recuerdos
de encarnaciones anteriores que le servirán para entender las partes oscuras de
la historia. Es generoso en el trabajo y siempre dará oportunidad a todos pues
cree solamente que a través del trabajo se conquista un ideal. Nunca se
dejará dominar por el desánimo y nada impedirá alcanzar objetivos. Será seguro,
hábil e incapaz de arriesgar su reputación en situaciones sospechosas, dejando
que todo se desenvuelva de forma espontánea, manifestará siempre su amor de
forma constructiva y defenderá sus sueños que estarán relacionados a la
familia, el lugar donde viven y los valores culturales. Será respetado y
admirado y capaz de encontrar solución a todos los problemas.
Cita bíblica
Señor, acepta la
ofrenda que brota de mis labios;
enséñame tus juicios.
Salmo 119:108
Yelahiah: “llamando a los ladrones”
No era la primera vez que ocurría, y la vecindad comenzó a
sentir verdadero miedo. En tan solo un mes habían robado en cinco ocasiones en
diferentes casas, y ya se preguntaba cuando le tocaría a ellos.
Los últimos sucesos se habían convertido en el único tema de
conversación que se comentaba en todos los hogares del barrio, en el bar, los
comercios, en la peluquería, incluso en la escuela, y a veces las discusiones
llegaron a enfrentar a los que la mantenían. Este fue el caso de Samiel y de Yelahiah.
Ocurría que Samiel había sido una de las víctimas de los robos y
se sentía muy dolido porque los ladrones se habían llevado algo de mucho valor
para él.
Pero aquella decepción no era compartida por Yelahiah, y esa
opinión vino a empeorar su estado de ánimo, el cual exploto violentamente
alcanzando a su amigo de toda la vida.
-Veo que te alegras de lo que ha
pasado, siempre he sabido que no te agradaba que yo tuviese un ordenador y tú
no -acusó el dolido Samiel-.
-¿Cómo puedes pensar tal cosa? ¿Acaso
me crees tan ruin? -le contestó muy afectado Yelahiah-.
-Entonces, ¿cómo es que defiendes a
los ladrones? -le retó violentamente Samiel -.
-¿Acaso has olvidado lo que nos han
enseñado en la escuela? -le cuestionó Yelahiah -.
-¿A que te refieres?, pues en la
escuela nos han enseñado muchas cosas -preguntó interesado Samiel-.
-Recuerdas que Cristo dijo a los
hombres: “no acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín los
corroen, y donde los ladrones horadan y roban” -le contestó dulcemente Yelahiah
-.
-Si recuerdo que hemos estudiado ese
pasaje -dijo su amigo -, pero ¿qué tiene que ver esto con que me hayan robado
el ordenador?
-No lo entiendes, tú nunca has
querido compartirlo con los demás. En ocasiones te han pedido ayuda y tú la has
negado excusándote en que se estropearía. Lo único que hacías era defenderte de
nosotros. Tu celo por poseer lo que los demás no tienen, esa es la causa de que
te hayan robado -explico Yelahiah-.
-¿Cómo te atreves a insultarme de esa
manera? Creí que eras mi amigo y resulta que lo único que eres es un envidioso.
Déjame tranquilo.
Era evidente que Samiel no había aceptado la sugerencia de Yelahiah
y lo que era aún peor, aquella conversación vino a empeorar aún más las cosas.
Paso el tiempo, y la presencia de los guardianes del orden
pareció ahuyentar a los ladrones.
Samiel que se había comprado otro ordenador, se encontró cierto
día con su ex-amigo Yelahiah y quiso mofarse de sus teorías.
-¿Qué me dices ahora de tus
enseñanzas? Como bien sabrás tengo un nuevo ordenador y sigo sin querer
compartirlo. Ahora tenemos guardianes, ¿por qué no me lo roban?, pues según tu
estoy provocando a los ladrones.
Las palabras de Samiel no quisieron ser escuchadas por Yelahiah,
pues comprendía que sería perder el tiempo.
Pero la vida es sabía y sabe poner a cada uno en su sitio, y así
lo hizo con Samiel.
Acababa de llegar a casa y encontró a sus padres entristecidos.
No tardo en saber que los ladrones habían entrado en su casa, pero lo extraño
de ello resulto ser que tan solo se habían llevado su ordenador.
Desde aquel día Samiel gano en sabiduría, y también en amigos,
pues siguió al pie de la letra las palabras que Yelahiah le transmitiera.
Fin.