Atributo: Dios infinitamente bueno.
Ángel #63.
Planeta: Venus.
Coro Angélico: Virtudes.
Sefiráh: Netzaj.
Horario de regencia: de 18 a 19:20 horas.
Días
de regencia: 8 de marzo, 20 de mayo, 31 de julio, 14 de octubre, 26 de
diciembre
¿Para qué se le invoca?
·
Curar enfermedades y mantener buena salud.
·
Protección contra accidentes.
·
Tener prosperidad en la actividad profesional.
·
Ayudarnos a encontrar la verdadera espiritualidad y tener
sabiduría.
Los nacidos bajo su regencia
Los nacidos bajo su regencia tienen un espíritu sutil, sagaz e
inventivo. Su conciencia sólo producirá palabras y acciones verdaderas. Será un
excelente intermediario entre el cielo y la tierra. Por su gran iluminación
comprenderá los misterios existentes en las relaciones entre todas las cosas.
Es un gran iniciado y ya ha practicado la magia para bien de la humanidad. Será
ávido por conocimientos, teniendo aprecio por estudios y lecturas. Consigue
adaptarse fácilmente a cualquier ambiente situación, no preocupándose por la
seguridad. Su inteligencia crítica, simbólica y ordenada será la causa de que
tenga dificultades para encontrar sus compañeros ideales. No se preocupará por
dolencias físicas pues vive de acuerdo a la máxima de: “en cuerpo sano, mente
sana”. Cuando eventualmente aparezcan dolencias tiende a curarse sólo.
Anauel: “un gran negocio”
La riqueza de Hod había crecido considerablemente en los últimos
años. Sus habitantes eran hábiles comerciantes y entre ellos el más
sobresaliente era Anauel, un rico banquero que con talento había conseguido
amasar una enorme fortuna.
Había prosperado tanto en sus negocios que muchos despertaron
una vil envidia que les llevó incluso a planear accidentes donde con un poco de
suerte, pudiera perder la vida.
Pero la fortuna no tan solo le sonreía en los negocios. Anauel
parecía tener un pacto hecho con el cielo, pues a pesar de lo bien planeados
que estaban los accidentes, de nada servirían, el joven banquero ni tan
siquiera se llegó a enterar de aquellos intentos de asesinato.
Todos se preguntaban cuál sería el secreto que le hacía ganar
tanto dinero. La verdad es que no se trataba de ningún misterio. Anauel era
inteligente, muy inteligente, y sabía bien vender su género. Nunca mentía, pero
tenía un arte especial, un don mágico para convencer al cliente de que su
producto era el mejor.
Pero no todo se puede tener en la vida, lo que para muchos,
aquella riqueza hubiese sido suficiente razón para sentirse feliz, para Anauel
no acababa de satisfacerle.
Quería hacer algo importante, un gran negocio.
El destino pareció leer sus pensamientos, y cierto día, llegó
hasta el pueblo un mensajero real con un edicto urgente:
“Su Majestad el rey Log, anuncia que a partir del próximo Sol,
los impuestos subirán para poder cubrir los gastos reales. El que incumpliese
esta orden será obligado a ello”.
Aquella nota despertó una protesta general en todo el pueblo de
Hod. Desconocían a que era debido aquella medida, pero no estaban dispuestos a
ser avasallados de esa forma.
El consejo de comerciantes se reunió con el propósito de buscar
una solución. Tras muchas horas de hablar y hablar, fue Anauel quien tomó la
palabra y dijo:
– Seré yo quien vaya a palacio y averiguare lo que sucede. Mi
reputación me asegurara una audiencia con el rey en la cual intentare
convencerle de su error.
Todos aprobaron aquella propuesta, pues vieron la oportunidad de
matar dos pájaros de un tiro. Pensaron que tal vez no volverían a verle y ello
significaba acabar con su más fuerte rival.
Anauel llego al palacio y como él pensó, su nombre le abrió las
puertas. Sería recibido por el rey Log.
– Majestad, en el rico pueblo de Hod no comprendemos porque es
necesario subir tanto los impuestos -explico Anauel -.
– Los últimos gastos de palacio han arruinado mis arcas. Nada
tengo, ni tan siquiera para poder alimentarnos –contesto afligido el rey -.
– ¿Cómo es que estáis en la ruina, si las arcas recaudaron una
importante cantidad?, yo mismo ofrecí un importante donativo -dijo el joven -.
– Recibí de los condados una petición de dinero. Decían que iban
a custodiar el palacio de las hordas enemigas. Accedí gustosamente a ello, pero
no tan solo no me han defendido, sino que entre ellos ha estallado la guerra.
– Debéis imponer vuestra autoridad y debéis hacerlo uniendo
todos los condados en uno. Todos deben vivir un mismo suelo y hablar una sola
lengua. Todos deben dar fe a un mismo rey y defender como un solo brazo su
reino. Ese es el secreto de la riqueza. Que vuestro mensaje los cure de su mal,
de su ambición, de sus deseos egoístas que les lleva a la división y a la
guerra. Que vuestra voz, sea lucida y sensata y no caigáis en la locura de
prodigar vuestra riqueza para financiar vanas empresas.
Dejad que mi oro sirva para unir todos los condados en una sola
nación.
Así fue, como aquel hábil comerciante pudo realizar el mayor
negocio de todos los tiempos. Sus riquezas sirvieron para sanar a un pueblo que
estaba enfermo y que desde aquel día dejaría de estarlo.
Fin.